viernes, 30 de abril de 2010

Valor violeta

Sòlides paraules
Que puc llegir
Dins el meu cap.

Figura opaca
Que maltractà
El meu estat.
Em va enfonsar.
Em va trair.
Em va fer mal.

No vaig saber escollir
M’equivocà de camí,
Tan sols volia sentir i
Que em digués que sí.

Però vaig canviar de direcció
Per guiar-me a un món millor.
Vaig aprendre a dir que no
En les dolentes relacions.
Tot gràcies a les noves amistats:
Els que em valoraren de debò i
Em feien sentir millor.

En la vida
S’ha de tenir caràcter,
Valentia, coratge.
S’ha d’extreure
Una conclusió
D’allò que comets
Anomenat: Error.
Per no caure
En la temptació
D’allò que alguns
En diuen desamor.

domingo, 13 de diciembre de 2009

guns


La glaciación de mi cuerpo se redució a los 95 minutos que duró la película. Salimos de las primeras y andábamos fijas de vuelta a casa, como si lo hubiesemos decidido anteriormente. Ella hablaba sin preocupación mientras engollía las últimas palomitas que le quedaban. Hablaba rápido y sin cuidado de no abrir la boca mientras comía. Decía que el protagonista de la história era un suicida, que debía meterse todos sus estúpidos diálogos por donde pudiese. Decía que no lo entendía, que cómo podía ser que estudiara la química mediante la hipocresía de los mentirosos. Soltó que nunca había visto una personalidad como tal. Opinó que el protagonista era idiota, y lo dijo sin pizca de entonación irónica. Rematando el tema, también dijo que querer matar el mundo era idea de un tipo colgado, salvaje, tal vez algo alcóholico, drogado y, sin duda, imbécil. Finalmente se calló, y gracias a los años de experiencia a mi lado, no insistió a que comentara la película, según ella decía que era una chica algo extraña. La intensidad del frío de antes me había dejado medio muerta. Esas malditas escenas habían llegado a ser jodidamente exactas a las de mis sueños, ese protagonista llegaba a parecerse a alguien que no conseguía recordar, la película me había mostrado una mentalidad. Una mentalidad tan extraña que ella ni siquiera entendía, y a mí se me mostraba intensamente familiar y no encontraba el porqué. Pisamos los metros, paso a paso, hasta llegar cerca de nuestra urbanización. Y no tube los santos cojones de revelarle que si alguna vez tubiese aquella maldita pistola en mis manos hubiera seguido exactamente las mismas ideas, exactamente la misma intención. Y sí, puede que sea un suicida, y qué? Él odia el mundo, y creo que yo también.

jueves, 15 de octubre de 2009

Las taquillas cerraron temporalmente, sin embargo, las interminables colas eran tan o más largas que la distancia entre el suelo y la cima del Everest. Pues, aunque las entradas aguardaban entre las manos de algún que otro ricachón y éste, no tenía intenciones de ponerlas a la venda, la multitud no se rendía. A pesar del calor corporal que fluía entre cuerpo y cuerpo y la pesadez del cansancio, la gente seguía aún sin rendirse, y eso me encantó. Me encantó de tal manera que mi cerebro me hizo darme cuenta de que era débil, flacucha y más débil. Y, por primera vez en mi vida, me atormentó. Había algo entre ellos y yo que no encajaba, no había cohesión, ni relación; llegé a la conclusión de que era diferente, aunque no en todos los sentidos: caminaba, dormía, sonreía, miraba, todo lo hacía igual pero no de la misma manera. Ellos reían, no sonreían; obserbaban, no miraban; no dormían, soñaban. Y aunque esas capacidades tan remotamente imposibles para mí parecían pasar desapercividas, las pillé. Las pillé en el momento más inesperado: en el primer segundo después de entrar en acción.
Pero no dijieron nada, quedaron en silencio, casi muertas, esperando palabras que nunca llegaron a ser escuchadas, o tal vez sí pero aún no lo sé. Creo que ese silencio tras el ruido de la gente, tras los gritos de los niños, tras la sudor de la multitud, se dejaron caer. Y fue exactamente en aquél momento cuando supe que ellas era igual que yo: débiles, flacuchas y más débiles. Que aún esperan que les enseñen las reglas de "vivir feliz" algun día, igual que yo. Las que, normalmente, se encojían e uýan, una y otra vez... igual que yo.
Esperando que alguien las recojiera del infinito suelo, donde fueron pisadas por millones de personas como ellos, los de mi alrededor, los que tienen una voluntad de cojones, los que aún sigen en pie esperando algo que quién sabe si llegará... pero ellos no se rinden, resisten.

martes, 4 de agosto de 2009

putadas&amor


Me dejaba completamente durrumbada en el suelo, como si me hubieran caído quilos de piedra encima o una docena de hombres salvajes me hubieran golpeado hasta dejarme descuadrizada en el suelo. Me hería por dentro, me quemaba, cada vez que sentía que su nombre aún seguía demasiado presente en su vida, cada vez que podía ver a la perfección que extrañaba toda esa dulcura que les unió, su clara piel entre sus manos, sus cuerpos entre la oscuridad de la habitación. Recordaba demasiado, y no podía con ello. Me conllevaba sentirme pequeña, senzilla, poca cosa. Me dolía el pecho como si una aguja helada me hubiera atrabesado el alma cada vez que su mirada era en busca de sus verdes ojos y cuando no podía disimular el odio hacia la distancia, quien se apoderó de ellos y de su amor incondicional. Me ahogé de te quieros falsos, de besos volátiles sin sentimientos, de manos unidas sin razón, de mentiras, de lágrimas, de noches sin poder dormir, de escusas baratas y de miradas sin-sinceridad. Me ahogé tantas veces, me remató tantas otras, me dejó arrodillada en el suelo con las cabeza gacha tantas más que vació mi corazón. Quedó terriblamente vacío, temoroso, resonane. Solamente dejó su nombre tatuado con tinta negra en lo más hondo de mi corazón y el dolor de aquél intenso (des)amor.

miércoles, 8 de julio de 2009

No hay nadie con quién poder hablar, qué sé yo si me escucharían. Les miro desde la barra como intercambian cerveza, vasos de champán. Todos sonríen aunque dudo que todos lo hagan de verdad, aún así, poco me importa. Fuman, todos fuman. Y aunque haya algunos que nunca fumen de por sí, cuando van a una fiesta siempre lo hacen. Aunque no les guste ellos fuman lo que sea, lo que les ofrazcan. Es algo que nunca entenderé. Varios se me acercan, así como aquél que no quiere y me pregunta, y les contesto que bien, que voy tirando, que como siempre. Me ofracen algo de tabaco, rechazo, me miran con cara extraña y se largan. Hasta que aparece otro y vuelve a suceder lo mismo. En el fondo quieren ser amables, lo sé yo. Mientras, yo pienso con la cabeza apoyada a mi mano izquierda. Si hubiera alguien con un poco de cerebro y con más ganas de menos fiesta se dirigiría a mí. Y si tubiera una pizca de curiosidad me preguntaría con un tono diferente a los demás, y si eso pasara, seguro que me robaría mis secretas palabras que guardo dentro de mí. Entonces, notaría mi irritación, mi rábia escondida en cada poro de mi piel, mi ira. Tal vez mis ganas de quitar las láminas de una pared sólo pare desahogarme. Me imaginaría golpeándo el suelo con mis pequeños e inútiles puños y revolcándome por la almohada un tanto húmeda. Y quizá si me investigara un poco más le contaría que rebusco en la tierra para seguir unas pisadas escondidas entre la hierva, que mi mente se encuentra en búsqueda de algún sitio algo romántico donde los cuentos felizes no sean simples histórias inventadas. En aquél instante alguien, si quererlo, me golpeó la espalda y un poco más y el wisky se derriba por encima la barra. En ese momento me dí cuenta que estube todo el tiempo pensando otra vez en voz alta. Un hombe con un sombrero de cowboy, una heineken en la mano y un Marlboro en la otra, me miraba con una mirada llena de preguntas. Sin decir nada supe que él me había estado escuchando desde el principio de mis argumentos y sin decir nada salí de la puerta de ese bar con sus ojos aún pegados a mi espalda.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cada latido es un paso más, es parecido a los segundos del tic-tac de nuestro reloj aunque éste mata el tiempo y los latidos la vida. Cruzas la calle arrastrando los pies, acariciando el asfalto que arde a causa del intenso calor que cae en picado encima de él. Sólo tu cuerpo atraviesa ese laberinto de coches; tu mente junto con tu alma han volado más allá que el propio cielo. Casi tropiezas con una piedra y bajas de ahí donde estabas en segundos: pierdes el equilibro pero lo recuperas fácilmente vacilándote a ti misma que has superado otro obstáculo más para no llegar a la felicidad eterna. Y en ese mismo instante, no sabes por qué, pero alzas la vista y está ahí: dentro de un cotxe que también se ve sometido a una búsqueda para liberarse del mismo laberinto que todos los demás. Y esos tres míseros segundos, su mirada hace que se encuentren, que se toquen, se hablen como nunca. La imagen del otro invade su mente completamente. Sus imágenes serán encarceladas en su memoria para siempre. Su olor, su cuerpo claro, sus pies helados entre mis pierdas para robar mi calor... simples recuerdos. Tres segundos que les hará robar horas de su tiempo para recordar, para intuir su amor, para percibir la añoranza, para saber lo infinito que es el olvido y para reconocer el sentimiento real del amor.Y después de todo, por un instante, odia haberse tropezado con esa maldita piedra, odia haber tenido la idea de cruzar esa calle, y sobretodo, odia haber tenido su mente y su alma tan lejos del mundo real... Seguramente que si no hubiera sido así, no hubiera tropezado.-Es lo que tienen las caídas o un simple tropezón...-piensa.

lunes, 11 de mayo de 2009

esta eres tú

Eres miel. Eres sabiduría. Eres felicidad. Eres todo lo que viviste y algún día vivirás. Estás formada por cada recuerdo nuestro, por cada llamada. Por cada mensaje que recibiste y lloraste al instante después de leerlo. Eres fugaz. Estás; ya no estás. Igual que un intermitente. Igual que un vaivén instantáneo o como las gotas que caen repetitivamente en la bañera y hacen vibrar el agua. Estás sonriendo. Me gustaría que pensaras en mí, en nosotros. Tus labios me informan de tu felicidad. Estás sola, pero aún así eres feliz, se te nota en la cara. Yo te sigo observando desde este diminuto agujero. Adoro verte. ¡Eres tan curiosa! ¡Tan guapa, maravillosa! De repente te paras a mirarte en el espejo. Lo tocas. Te llevas la mano en las mejillas y cierras un poquito los ojos, como si vieras algo extraño en ti. Ojalá supiera el qué, ojalá supiera el cómo y el por qué de la maldita lágrima que veo como cae acariciando tu rostro.