miércoles, 1 de julio de 2009
Cada latido es un paso más, es parecido a los segundos del tic-tac de nuestro reloj aunque éste mata el tiempo y los latidos la vida. Cruzas la calle arrastrando los pies, acariciando el asfalto que arde a causa del intenso calor que cae en picado encima de él. Sólo tu cuerpo atraviesa ese laberinto de coches; tu mente junto con tu alma han volado más allá que el propio cielo. Casi tropiezas con una piedra y bajas de ahí donde estabas en segundos: pierdes el equilibro pero lo recuperas fácilmente vacilándote a ti misma que has superado otro obstáculo más para no llegar a la felicidad eterna. Y en ese mismo instante, no sabes por qué, pero alzas la vista y está ahí: dentro de un cotxe que también se ve sometido a una búsqueda para liberarse del mismo laberinto que todos los demás. Y esos tres míseros segundos, su mirada hace que se encuentren, que se toquen, se hablen como nunca. La imagen del otro invade su mente completamente. Sus imágenes serán encarceladas en su memoria para siempre. Su olor, su cuerpo claro, sus pies helados entre mis pierdas para robar mi calor... simples recuerdos. Tres segundos que les hará robar horas de su tiempo para recordar, para intuir su amor, para percibir la añoranza, para saber lo infinito que es el olvido y para reconocer el sentimiento real del amor.Y después de todo, por un instante, odia haberse tropezado con esa maldita piedra, odia haber tenido la idea de cruzar esa calle, y sobretodo, odia haber tenido su mente y su alma tan lejos del mundo real... Seguramente que si no hubiera sido así, no hubiera tropezado.-Es lo que tienen las caídas o un simple tropezón...-piensa.
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