Aún recuerdo el sabor de ese último beso. Tu brazo me rodeaba por la cintura y tu pulgar de la otra mano acariciaba cuidadosamente el pómulo de mi rostro. Me estremecí al notar tu mano helada sobre mi blanca piel. Te miré a los ojos, fijamente, y te agarré de las manos... quizá por miedo a que marcharas. Recuerdo que te inclinaste lentamente hacia mí hasta que noté tu respiración paralela a la mía, entonces, noté como mi corazón se encabritaba y palpitaba a una velocidad increíble. Estaba realmente segura que no podía moverme, ninguna de las partes de mi cuerpo reaccionaba y mis pies estaban clavados al suelo; su mirada me había dejado totalmente inamovible. Sus brazos se agitaron con fuerza juntando nuestros cuerpos, impidiendo que la distancia nos separara. En ese momento, unió nuestros labios cuidadosamente dejando que su olor me sofocara y que el calor de su cuerpo me protegiera del frío de aquél ronco invierno.
domingo, 15 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario